En Colombia el recrudecimiento de la violencia ha provocado que las protestas y movilizaciones vuelvan a las calles pese a la emergencia sanitaria por covid-19.
Las jornadas consecutivas de protestas en la capital colombiana continúan, a las que se sumaron otras organizaciones en ciudades como Medellín, Barranquilla y Santa Marta. El hecho que despertó la indignación ciudadana fue la muerte de Javier Ordoñez en la madrugada del 9 de septiembre a manos de dos policías, quienes le propiciaron choques eléctricos y golpes en el cráneo.
Carlos Rodríguez, filósofo y docente del colegio Gerardo Paredes en la localidad de Suba nos cuenta cómo un día en una conversación con un estudiante le escuchó decir: “Nosotros somos la generación que no tenemos nada que perder, porque nosotros no tenemos esperanza de salud, ni de pensión, ni de un empleo fijo”, esto me hizo pensar en el actual contexto, lo que siente el joven, el estudiante, donde las instituciones gubernamentales no les dan garantías para una formalidad laboral y mucho menos para una calidad de vida que les permita acceder a la educación superior, dijo el docente.
De acuerdo con el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (Dane), la tasa de desempleo juvenil (entre 14 y 28 años) para el trimestre de febrero y abril fue de 22,8%, vale decir que del total de los 1,4 millones de jóvenes desocupados (febrero-abril 2020), 761.000 son mujeres y 671.000 son hombres, no cubriendo aún el 60% de la población jóven.
Yeison Olarte, psicólogo Social y docente orientador, menciona que ante las actuales movilizaciones ciudadanas, los jóvenes están resignificando la autoridad, “vemos otras expresiones de manifestación y resistencia expresadas desde el arte, la danza, los murales. Ante los actuales abusos de autoridad lo simbólico se ha vuelto una herramienta para exigir un cambio estructural en la institución de la Policía Nacional” mencionó.
En lo que van de enfrentamientos con la policía Nacional, al momento van 13 ciudadanos muertos y 209 manifestantes heridos que han tenido que ser trasladados a centros de salud.
El docente Carlos Rodríguez también manifestó que la educación, la cátedra de paz y de historia son esenciales para comenzar una educación inclusiva que permita al estudiante incluir y reconocer al otro y sus diferencias de género, políticas, culturales que lleven a la reconciliación.
“El trabajo aquí también se debe realizar en interacción con los padres, con las familias para llegar a deconstruirnos y poder avanzar a sociedades más de derechos en donde podamos respetar los derechos del otro”, añade Carlos Rodríguez.
En este sentido, la Cátedra de la UNESCO, creada para fomentar el desarrollo sostenible y la cultura de paz desde la educación, se ha implementado desde la creación de la Cátedra de Paz con la Ley 1732 de 2014 como una herramienta a implementar de manera obligatoria por todas las instituciones educativas, en todos los niveles de educación.
Para Yeison Olarte frente a la violencia que se vive en la capital esta cátedra es importante pero también cree que es necesario implementar una política de justicia restaurativa, “lo cual implica hacer unas modificaciones estructurales en los sistemas de educación. El solo pensar que el estudiante está acostumbrado a ver al docente con el manual de convivencia, donde se asume el castigo, lo punitivo como la forma de pagar sin tener en cuenta los demás daños causados nos pone a pensar en qué otra forma de reparar, sanar los lazos a la víctima. Desde la escuela estamos apuntando a sanar esa relación con los jóvenes”, indicó Yesion Olarte.
En síntesis, el diálogo con los docentes llama a transformar las instituciones educativas, el currículo y las actividades extracurriculares, de tal forma que generemos un cambio cultural en la sociedad. Pero ello no se podrá hacer si no se entiende que el papel de la educación debe concentrarse en el desarrollo humano y no exclusivamente en el aprendizaje.
Para el 21 de septiembre se ha convocado una manifestación a nivel nacional por el derecho a la vida de todos y todas.
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